jueves, 27 de octubre de 2016

Empezamos con éste.



Hoy los europeos deberíamos sentirnos un poco más tristes. Seguro que no lo has visto mucho en los medios, porque no interesa, pero ayer se aprobó el CETA.
Seré un poco didáctico… El CETA es un tratado de comercio e inversiones entre la Unión Europea y Canadá. Este tratado se ha negociado de un modo absolutamente opaco y su articulado quedó listo para su ratificación por parte, al menos, del Consejo Europeo y del Parlamento Europeo en 2014.
Este acuerdo, como el TTIP (USA), implican, por lo que ha trascendido, que curiosamente en el siglo XXI no es mucho,  una bajada generalizada de los estándares europeos con la consiguiente disminución de protección laborales, sociales, ambientales o culturales. Una desprotección del ciudadano con cosas tan determinantes como la ampliación de la duración de las patentes farmacéuticas y una pérdida de soberanía con cosas tan “inocuas” como los tribunales de arbitraje privados, para cuando un estado miembro y una multinacional entren en conflicto.
El CETA tampoco va acorde con la lucha contra el cambio climático. Incentiva el transporte transatlántico, el fracking y frena la incentivación a la producción de energía limpia.
Estos días, de tapadillo, habrás escuchado que no sé qué región belga estaba paralizando la firma del CETA. Estos belgas se rindieron ayer.
Hace un par de meses algunos políticos en el Parlamento Europeo hicieron público el oscurantismo y las malas artes de la negociación del TTIP. Acuerdo que sólo podía ser leído en una sala blindada en Estrasburgo. Esto hizo que gracias a protestas ciudadanas se paralizase su aprobación. Casualmente unos meses después y con mucho menos ruido, se ratifica este tratado, teóricamente con Canadá (imaginaos la multitud de empresas estadounidenses con filiales canadienses) y que seguro en poco tiempo habrá abierto el camino al hermano mayor. 

Me preguntan habitualmente por qué me opongo a estos tratados, cuando la pregunta es la contraria. ¿Por qué mi Gobierno tiene que aprobar unos tratados tan poco transparentes? ¿Por qué los ciudadanos europeos no tenemos derecho a saber qué dice ese tratado?
Esto ha pasado de puntillas, y sí que es una verdadera pérdida de soberanía… pero tiene menos de comedia y al final el gol… nos lo mete el establishment, todos contentos.

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