No me apetece hoy escribir sobre el “pacto de las matemáticas” que ayer
medio anunciaron el PSOE y los C’s y que me temo que será tumbado, bien por la
militancia socialista o bien por el Congreso a principios de marzo.
Así que voy a mirar un poco más arriba, en lo que a instituciones se
refiere y escribir algo sobre el mayor instrumento de represión económica a la
ciudadanía y donde se “parte el bacalao” del austericidio.
Estos días, se ha negociado con cero repercusión mediática en España,
otra pérdida de derechos como ciudadanos de la Unión
Europea cuya aplicación arrancará por Londres y me temo que se extenderá
por cualquier país de la Unión que convenientemente lo necesite en breve.
En las pasadas elecciones en el Reino Unido, el presidente Cameron,
prometió a sus más extremistas euroescépticos, un
referéndum de permanencia en la Unión Europea como Herodes
la cabeza de Juan Bautista…
Para que la respuesta en la consulta sea contra el Brexit,
Cameron necesitaba rascar un paquete contundente de medidas que satisficiesen a
sus ciudadanos y sobre todo al poder financiero de “la City” financiera
londinense.
Cameron logró que se le aprobase la
limitación a las ayudas sociales a los extranjeros europeos en Gran Bretaña
(guiño para la ciudadanía inglesa), consiguió un borrador de medidas de
flexibilización de las regulaciones europeas bancarias (compromiso para “la City”) y firmó un
acuerdo por el que Reino Unido quedará al margen de cualquier avance de
integración de la UE, que en el caso de que se produzca, nunca debilitará su
posición actual en la relación con el resto de países.
Al final es un pacto meramente económico. Por el ahorro que supondrá esa
brutal discriminación del inmigrante europeo en Gran Bretaña y porque “la City” va a ver
aumentada su actividad, en virtud de esa opaca flexibilización de la normativa
europea bancaria.
Al final y sin mucho ruido, por lo menos aquí en la meseta, los derechos
de los ciudadanos europeos se merman en virtud de un acuerdo en el que la
ciudadanía europea pagará las platos rotos del euroescepticismo británico y la
debilidad de la UE, que se ha bajado los pantalones ante el capitalismo salvaje
y al límite de la ley de los banqueros de “la City” que rechazan
el exceso de regulación europea.
Esto se une el TTIP,
que se ha negociado a espalda de los ciudadanos de la Unión Europea, que
sufriremos y que otorga un poder omnímodo a las multinacionales.
Bruselas está tan lejos… y tan controlado por el ultracapitalismo, que
para qué dedicarle algo de tiempo en un país donante de inmigrantes al Reino
Unido como el nuestro. ¿Para qué?
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