¿Somos de verdad libres
aquellos que nos sentimos libres?
No quiero que la frase
suene a filosofía barata, aunque me temo que tiene un tonillo bastante próximo,
¿verdad? Sino que lo que quiero es que me sirva de bastón para reflexionar un
poco sobre cómo tras alcanzar un cénit de libertad en un momento que ni yo, ni
creo que nadie, sabría cifrar, lo vamos perdiendo poco a poco.
Lo perdemos con leyes
que lo coartan, leyes que los estados tienen unas irrefrenables ganas de promulgar
que van desde la mutilación del derecho de manifestación, o la prohibición de fotografía
cualquier tipo de represión policial o incluso
policías mal aparcados a aquella que leí hace unos meses que me dejaba
bastante boquiabierto en la que la
Fiscalía de la Audiencia Nacional reformulaba el sentido del mítico ReTweet de
la red del pajarito, buscando una aprobación implícita del proto-delincuente en
el simple hecho de hacerse eco de la opinión de otro.
Me resulta curioso,
simplemente curioso, sin ir más allá, hoy de veras que no me apetece, que desde
que ETA dejó de matar, se hayan multiplicado por 5 el número de denuncias por
enaltecimiento del terrorismo. ¿Acaso cuanto más decrece la trascendencia de
un asunto, por muy terrible que sea, más importantes son las opiniones sobre el
mismo?
Y no voy a quedarme en
esta reflexión aparentemente antisistema y que muchos de vosotros estaréis
relacionando con el asunto de los
famosos titiriteros.
Yendo un poco más allá,
no somos libres en el momento en que estamos controlados en a cualquier hora
por la tecnología. Tampoco voy a hacer un alegato contra el progreso, pero a fe
que coarta la libertad el estar teniendo un cuidado extremo cuando usas un
ordenador, o cuando apagas con reiteración la opción de geolocalizarte de tu
teléfono móvil…
Nos controlan y eso nos
reduce la libertad, aunque pensemos que la tenemos plena. Nos controla nuestro
estado y nos controla hasta Google, al
final lo que creo es que nos gusta no sentirnos libres, al final ambas cosas
son producto de nuestra “libre” elección.
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