lunes, 17 de abril de 2017

Ultrajando símbolos.



Hacía tiempo que no escribía por aquí… igual ha sido un tiempo involuntario de indecisión, pero he vuelto.
Y vuelvo reflexionando sobre cómo un “híper-uso” mediático de ciertas figuras simbólicas prostituye las causas que homenajean…
Me explico. Esta Semana Santa, que considero sin duda como el periodo culmen de la hipocresía social eclesiástica así como la enésima muestra de la escasa aconfesionalidad del Estado en el que vivimos, las banderas de los cuarteles  del ejército han ondeado a media asta por la muerte de Cristo. Lamentable.
La verdad es que el gesto no tiene explicación alguna, un brindis al sol. Supongo que se trata de un guiño a no sé quién, que se hinchará de orgullo en su casa ansiando demostrar que España es una, grande, libre, católica, apostólica y romana. 

Personalmente a mí, me la trae bastante al fresco lo que hagan con las banderas en los cuarteles del ejército. Ni la bandera ni el ejército merecen mi atención. Pero, ¿y a las familias de los soldados muertos en servicio? ¿Estarán contentos con que se iguale su acto de homenaje al de una historia tardo-judía de complicada demostración, de hace 20 siglos? ¿No están los mismos que promulgan este homenaje y deben velar porque el hecho de que signifique algo, desprestigiando el homenaje que supone ondear las banderas a media asta?
Es algo parecido al tema del enaltecimiento del terrorismo… Cuando los familiares de las víctimas ven llamar terrorismo a una pelea de bar como la de Alsasua, u oyen a la Audiencia Nacional denominar enaltecimiento del terrorismo a unos títeres o a unos twits… ¿no pensarán que sus muertos no han valido de mucho? ¿No pensaran que están banalizando aquello que se llevó por delante a sus familiares?
Supongo que esto formará parte del cortoplacismo político, pero roza, toca y casi se integra en la estulticia.

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