viernes, 9 de septiembre de 2016

Negacionistas.



Existe una especie de virus que se está expandiendo por la “piel de toro”, de forma irrefrenable. No sufráis, no es nada mortífero, es un virus del pensamiento, o mejor dicho, de la percepción de la realidad en la que vivimos.
Pensaba yo que sólo afectaba a ciertos políticos, de esos que salen por la tele y de un modo más virulento a los que gobiernan, pero estos días me doy cuenta que está mucho más extendido en la ciudadanía de lo que esperaba.
Es el “negacionismo”, pero nada que ver con el holocausto o el cambio climático. Mientras en la radio escuchas anuncios que te preguntan si “ves una pista de padel como una sala de reuniones, eres de los nuestros”, como adalid del mundo yuppie que todo el mundo ansía, hay gente que lo pasa realmente mal, pero el virus impide constatarlo.

Los negacionistas te dicen que estás equivocado, que tenía que haber visto cómo estaban las terrazas de no sé qué pueblo costero de Cádiz en verano y que todos sus conocidos van como un tiro, mucho mejor que antes de la crisis (milagro achacado al Gobierno de la derecha en muchas ocasiones), sí, claro, todos los conocidos con los que ellos se quieren comparar, por supuesto.
Ellos, al igual que dice su líder en el Congreso, hablan de los millones de turistas que vienen porque no pueden imaginar ningún lugar mejor e incluso los más avispados de los números de crecimiento de la economía… 
Los negacionistas no se creen los índices de pobreza infantil que nos colocan a la cola de Europa, la gente en riesgo de exclusión social, ni siquiera conocen a ninguno de esos parados que llevan años sin recibir ninguna prestación. No ven el aumento de la desigualdad económica de España, las barriadas de las grandes ciudades, no suelen conocer la dura España rural, e incluso te negarán la incesante diáspora de talento español hacia fuera de nuestras fronteras.
Afortunadamente este virus no es estrictamente malo, ayuda a explicar muchas cosas, como por ejemplo los millones de votos a la derecha, e incluso que algunos discursos como que nos podemos convertir en Venezuela si no gobiernan ellos sea factible. La vacuna no es muy cara, pero difícil de aplicar. El paciente no suele estar quieto cuando se le tienen que aplicar dosis de realidad, avisen cuando se encuentren alguno. Es altamente contagioso.

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