martes, 1 de marzo de 2016

TTIP.


El día de la investidura fallida de Pedro Sánchez, que no hace falta ser excesivamente espabilado para preverla, quiero escribir un poco sobre el TTIP.
Hace un par de artículos hablaba de las condiciones que se han ofrecido al Reino Unido para garantizar que el referéndum de salida de este verano fracase, de cómo los ciudadanos europeos se han visto excluidos y perjudicados en esas negociaciones y hacía referencia al TTIP como otro de los engaños masivos que eso que llaman Unión Europea nos tiene preparados.
El TTIP, (acrónimo en inglés de Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones) y disculpo que no los sepas, ya que salvo contados medios de comunicación digitales, nadie le ha dedicado un minuto ni unas líneas, es un acuerdo bilateral entre la Unión Europea y los Estados Unidos de América para afianzar el libre comercio entre ambas zonas económicas.
La idea, que no tiene por qué ser perniciosa, como continuación a los multitudes de acuerdos comerciales entre ambas regiones desarrollados en los últimos tiempos, encierra, según los expertos, una cantidad de trampas para los estados firmantes, y por ende, para sus ciudadanos, que van a ver mutilada su soberanía y su capacidad de decisión como pseudo soberanos de sus respectivos países.
La opacidad es brutal. Su negociación se ha realizado en Bruselas en varias sesiones multilaterales secretas de trabajo debido al escándalo que acarrearía que la opinión pública fuese consciente de las servidumbres de la Unión Europea frente a los intereses empresariales.
Se sospecha que el tratado pone los estados a merced de las multinacionales con legislaciones más laxas y se subraya que las disputas entre estados y empresas se resolverán en un “Tribunal Internacional de carácter privado”, formado por tres jueces que estarán fuera de los ámbitos jurisdiccionales nacionales.
Lo peor, es que todo son cábalas, porque ni siquiera se ha tratado en el Pleno del Parlamento Europeo. Los Eurodiputados tienen acceso al texto exclusivamente en una “sala de lectura” a la que no pueden pasar con ningún dispositivo que pueda fotografiar el documento o alguna de sus partes y deben firmar un estricto compromiso de confidencialidad.
¿Es esta la forma de acercar la Unión Europea a los ciudadanos? ¿Con este secretismo y esta opacidad? Francamente no, pero a nadie, allí en Bruselas parece que le importe.
Y aquí en España, que tanto gusta hablar de territorios y de no perder ni un ápice de soberanía, este tema no interesa… Nos gusta más hablar de Venezuela.

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