Hacía tiempo que no escribía, la verdad es que esto del blog es una cosa
tan personal, que depende mucho de las ganas que tengas, y ahora tengo ganas de
volver a escribir… la verdad y sin ser muy misterioso, ganas de muchas cosas,
sobre todo de reactivarme, así que al lío.
Y creo que no hay mejor cosa que reavivar este blog con lo que tendría
que estar abriendo las portadas de todos los periódicos desde hace una semana,
pero que esa paradoja constante que es este país, lo impide.
Hace una semana la Audiencia
Nacional citó al Secretario General de un partido político, el tercero en
número de votos y diputados en el Congreso de los Diputados, como damnificado
de una red oscura de invención
de pruebas por parte de policías corruptos que fueron publicadas al dictado
por un medio digital.
Los policías, y el Comisario que les mandaba, estaban a las órdenes directas
del Ministerio del Interior, y el
medio digital recibió un crédito de 300.000 euros para su fundación medio año
antes.
Ahora, ponedle la cara que queráis al político.
Este caso, en cualquier país del mundo, debería monopolizar portadas,
especiales y magazines dominicales, telediarios y documentales especiales en
todas las cadenas de radio y televisión. Pero no.
Es un escándalo de primera magnitud. Es la constatación de que el
Gobierno en el poder movía hilos (y Fiscalías) para dañar a sus rivales políticos.
La prueba de que algo oscuro hace unirse a PP, PSOE y Ciudadanos para evitar
comparecencias de Villarejo en las comisiones del Congreso. Que los poderes
fácticos tienen sus voceros a sueldo.
Los periodistas siguen compartiendo tertulias y entrevistas con el
periodista señalado. Periodista que está crecido, envalentonado, sabiéndose
intocable. Los periodistas, ese gremio tan corporativista cuando les tocan, siguen
arrastrándose en tertulias al lado del funesto personaje. Los periodistas
siguen con sus líneas editoriales paniaguadas y silencian la noticia,
arrastrando el prestigio de la profesión por un suculento puñado de euros.
Ahora, al político espiado, sólo le digo que pase página, que esto en
España no importa. Ni importa, ni nadie le va a dar más cancha al asunto, ni
siquiera los pocos que hasta ahora han hecho algo de periodismo. Los españoles
seguirán pensando que a Pablo Iglesias le pagó Venezuela y que Irán financia a Podemos.
Las orejeras están ya puestas. Las bocas y las plumas de los periodistas
amordazadas con cordeles de euros. El tiempo pasará y con la perspectiva del tiempo
veremos la magnitud del escándalo y lo contaremos a nuestros hijos. En España,
con este periodismo, el Watergate
hubiera acabado publicado en la parte de dentro de la puerta de algún baño de
Malasaña.
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