jueves, 7 de abril de 2016

Todo se para.



Semana Santa, ese puente corriente (al fin y al cabo sólo son 4 días) en el que todo más se para en España.

Se para el Congreso al que hace un par de semanas observábamos sin parar a la espera del nuevo Gobierno que me atrevo a presumir que se dará en próximas semanas para escarnio del mundo tertuliano periodístico que lleva apostando por la repetición de elecciones desde casi el principio, se para la justicia que estos días no saca nuevos casos de corrupción, hasta la bajada de intensidad se puede ver en los medios de comunicación que tiran de reportajes precocinados y programación repetida con descaro…

Prácticamente ahora estamos únicamente esperando a la prensa conservadora, para ver qué “caso Titiriteros” se le ocurre inventar al hilo de las procesiones y las tradiciones de estas fechas en los ayuntamientos sacrílegos que votaron por el cambio. Eso le dará algo de vidilla al fin de semana y valdrá para afinar las tertulias del lunes de Pascua.

Pero hay una cosa que no para, estos días. El torrente de refugiados que llegan a Grecia, a Chipre, a Turquía, huyendo de Siria, Irak, Afganistán, Caganistán o como queramos llamar a la pobreza, la inseguridad y la carencia de futuro.

Lo que sí ha parado a este respecto, es la información. Ya se han cansado de enseñarnos imágenes de esos campos de refugiados inhumanos amparados por la gran Europa, seguro que todos lo agradecemos, a ver si entre el viaje, las comidas y los reencuentros, alguien nos va a poner una imagen que pretenda remover nuestras conciencias. Todo encaja.

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