sábado, 12 de marzo de 2016

Esta Europa no la quiero.

No sé hasta cuando seguiremos tragando con una Europa que no mira a sus ciudadanos, pero eso parece que nos da igual. La soberanía que nos preocupa termina en los Pirineos, y de ahí para arriba, no nos importa un carajo.

A pesar de este desinterés, que seguro que vosotros profesáis, no quiero dejar de decir que esta no es la Europa que yo quiero. No quiero una Europa que devuelva los refugiados a campos de refugiados infrahumanos en Turquía, no quiero una Europa que machaque a Grecia y a Chipre y les obligue a malvender sus activos para pagar su deuda, no quiero una Europa que dé privilegios al gobierno de Gran Bretaña a costa de quitarle derechos individuales a los ciudadanos del resto de la Unión.

No quiero una Europa oligárquica, que machaque a los más débiles, bien sean países bien sean grupos financieros son los estamentos poderosos los que siempre salen favorecidos. Quiero una Europa de los ciudadanos y eso a día de hoy en nuestra Unión Europea, porque todos los estamentos, todos, hasta el Parlamento Europeo que en teoría decidimos con nuestros votos, son en sí oligarquía.

¿A quién va a proteger el Banco Central Europeo? ¿A favor de quiénes dictará sus leyes la Comisión Europea? ¿Quiénes serán los grandes beneficiados del TTIP? En una Europa en la que la Gran Coalición es un hecho constatado, (el Partido Popular europeo y el Partido Socialista europeo han votado juntos en el 73% de las votaciones en el Parlamento Europeo) y que cualquier hecho diferencial es reprimido con violencia, el pensamiento único y las decisiones políticas en la allá lejana Bruselas nunca se giran hacia los intereses de los ciudadanos europeos… Todo lo que rodea a esa burocracia europea, a tanto estamento poco útil, es sin duda “eurocasta”.

Es hora de imitar a Gran Bretaña y preguntarle a los españoles 30 años después de la entrada en la CEE si queremos seguir ahí. Si queremos estar bajo el yugo de sus políticas económicas, de sus Directivas agrícolas, de su EURO, de sus tantas cosas que se legislan al dictado de Alemania y de los intereses financieros del eje Londres-Frankfurt… ¿queremos seguir siendo la hez de una Europa cuyo gran éxito en la política internacional es mandar sirios a morir a campos de refugiados en Turquía?

Estoy casi seguro que la Unión Europea desaparecerá en un plazo medio de tiempo. Hay demasiados intereses enfrentados, sobre todo después de la ampliación al este, como para que se mantenga tal y como la conocemos… aun así antes de que me bajen del tren, prefiero saltar yo, porque este tren no me lleva donde quiero.

Esta Europa no la quiero, no me representa, es más, me apesta y sólo auténticos referéndums en cada uno de los países miembros podrán amedrentar al sistema establecido de tal modo que hagamos posible que algo cambie.

domingo, 6 de marzo de 2016

La Gran Apuesta


Ayer en un avión pude ver La Gran Apuesta, cierto que la tenía dentro de mi interminable lista de películas pendientes, que crece y crece por la falta de tiempo y por mi querencia al sueño en los vuelos… pero al final saqué un poco menos de dos horas para verla.

Cinematográficamente es pobre, pero como documental… Muy ilustrativo.

Estos días, en los que se acusa a nuestro fulgurante nuevo partido de centro de actuar al dictado del IBEX 35, con bastante tino, esta película identifica bastante bien cómo se comportan las oligarquías económicas que manejan la civilización occidental.  

Es interesante ver como el capitalismo crea a cada momento instrumentos financieros al dictado de sus propios intereses manejando a los ciudadanos e incluso a los estados a su antojo y constatar con datos que la economía ficticia que causa las crisis económicas y que alimenta con pingües beneficios a muchos de los actores del sector financiero es varias veces mayor que la economía real. Por supuesto, no menos interesante es comprobar que los organismos reguladores, las agencias de rating, los grandes bancos y todos los intervinientes tocan la melodía que corresponde, acorde con los intereses adecuados. 

Me gusta ver a la sociedad hablar de política tanto como se habla estos días en España. Me gusta tener mis redes trufadas de comentarios políticos, de críticas, de opiniones, de referencias cruzadas. Estoy seguro que esto despierta una nación. Pero estamos a años luz de conocer quienes manejan los hilos de lo que nos rodea.

Hace 8 años, con el inicio de esta crisis, no se dudaba sobre la necesidad de refundar el capitalismo. En La Gran Apuesta lo recuerdan y cada día vemos como en esto la ciudadanía ha fracasado estrepitosamente. Como sociedad, estamos exactamente en el mismo punto. A su merced.

martes, 1 de marzo de 2016

TTIP.


El día de la investidura fallida de Pedro Sánchez, que no hace falta ser excesivamente espabilado para preverla, quiero escribir un poco sobre el TTIP.
Hace un par de artículos hablaba de las condiciones que se han ofrecido al Reino Unido para garantizar que el referéndum de salida de este verano fracase, de cómo los ciudadanos europeos se han visto excluidos y perjudicados en esas negociaciones y hacía referencia al TTIP como otro de los engaños masivos que eso que llaman Unión Europea nos tiene preparados.
El TTIP, (acrónimo en inglés de Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones) y disculpo que no los sepas, ya que salvo contados medios de comunicación digitales, nadie le ha dedicado un minuto ni unas líneas, es un acuerdo bilateral entre la Unión Europea y los Estados Unidos de América para afianzar el libre comercio entre ambas zonas económicas.
La idea, que no tiene por qué ser perniciosa, como continuación a los multitudes de acuerdos comerciales entre ambas regiones desarrollados en los últimos tiempos, encierra, según los expertos, una cantidad de trampas para los estados firmantes, y por ende, para sus ciudadanos, que van a ver mutilada su soberanía y su capacidad de decisión como pseudo soberanos de sus respectivos países.
La opacidad es brutal. Su negociación se ha realizado en Bruselas en varias sesiones multilaterales secretas de trabajo debido al escándalo que acarrearía que la opinión pública fuese consciente de las servidumbres de la Unión Europea frente a los intereses empresariales.
Se sospecha que el tratado pone los estados a merced de las multinacionales con legislaciones más laxas y se subraya que las disputas entre estados y empresas se resolverán en un “Tribunal Internacional de carácter privado”, formado por tres jueces que estarán fuera de los ámbitos jurisdiccionales nacionales.
Lo peor, es que todo son cábalas, porque ni siquiera se ha tratado en el Pleno del Parlamento Europeo. Los Eurodiputados tienen acceso al texto exclusivamente en una “sala de lectura” a la que no pueden pasar con ningún dispositivo que pueda fotografiar el documento o alguna de sus partes y deben firmar un estricto compromiso de confidencialidad.
¿Es esta la forma de acercar la Unión Europea a los ciudadanos? ¿Con este secretismo y esta opacidad? Francamente no, pero a nadie, allí en Bruselas parece que le importe.
Y aquí en España, que tanto gusta hablar de territorios y de no perder ni un ápice de soberanía, este tema no interesa… Nos gusta más hablar de Venezuela.