El pasado domingo, a eso de las 10 de la mañana, se producía a la altura del túnel de Entrerregueras en la autopista del Huerna, ya en territorio asturiano, un deslizamiento parcial de la ladera de la AP-66. El accidente geológico, conocido en asturiano como "argayu" o “fana”, recordó de una manera súbita la fragilidad geotécnica de esta región montañosa de la Cordillera Cantábrica. La interrupción de la circulación de vehículos en este punto clave ha generado preocupaciones no solo en términos de interrupción de la comunicación, sino también en lo que respecta a la seguridad de las infraestructuras viales montañosas.
Comentar que ,la zona afectada se caracteriza por un terreno predominantemente formado por lutitas, pizarras y areniscas, dispuestas en estratos subverticales y que, con el tiempo, tanto el propio macizo rocoso como las medidas de sostenimiento dispuestas, van sufriendo un progresivo deterioro y que puede desencadenar en este tipo de incidentes, sin mediar un elemento desencadenante concreto. La razón principal de este deslizamiento, por tanto, se encuentra en las condiciones intrínsecas del terreno: un continuo proceso de meteorización que ha debilitado las discontinuidades naturales de la roca, haciéndola más susceptible a los deslizamientos, especialmente tras episodios cíclicos de lluvias intensas que saturan el terreno y disminuyen la cohesión entre los estratos. Estos episodios no se han dado en las últimas fechas, pero su acumulación en el tiempo sumado a un talud que se encontraba al límite de su equilibrio, es sin duda el combinado perfecto para una eventualidad como esta.
Este fenómeno salta ahora a los medios como un hecho aislado, pero no es otra cosa más que un indicativo de la degradación paulatina que sufren este tipo de laderas en vías de comunicación construidas ya hace décadas y que aparentemente no avisan de su aumento de fragilidad. La meteorización rocosa, la alteración de los elementos que condicionan el equilibrio del talud, unido seguramente a la erosión en zonas clave del talud han afectado su estabilidad, lo que ha facilitado el desprendimiento de material en forma de un "argayu" de grandes dimensiones. La exposición prolongada a los agentes atmosféricos ha reducido la capacidad de la roca para mantenerse lo suficientemente unida en sus planos de fractura como para que se mantenga estática.
Ante esta situación, y el perjuicio inmediato que a la comunicación viaria se somete, la sociedad requiere de manera urgente la necesidad de limpiar el material deslizado para restablecer la circulación. Sin embargo, los trabajos de excavación deberán realizarse con extrema precaución. Retirar el material de forma desordenada y apresurada agrava la situación, generando nuevas inestabilidades que pondrían en peligro tanto a los trabajadores que acometan estas labores como a las partes adyacentes de la infraestructura. Es importante destacar que los puntos críticos donde se desea intervenir con mayor celeridad se encuentran en la base del deslizamiento. Si se comienza a excavar en estas zonas sin un plan adecuado, se corre el riesgo de desestabilizar el nuevo talud recién formado, lo que podría dar lugar a desprendimientos adicionales en cadena.
Por ello, aunque pueda parecer más complejo, la recomendación técnica es iniciar la retirada del material desde la parte más exterior del deslizamiento y, cuanto más arriba en el talud, mejor. Este enfoque permite reducir la carga sobre los puntos críticos en la base y evita comprometer la estabilidad global de la ladera. Además, para minimizar riesgos, es esencial implementar un monitoreo geotécnico en tiempo real para detectar movimientos potenciales durante las labores de despeje.
En paralelo a las labores de limpieza, el Ministerio está evaluando, con buen criterio la posibilidad de construir un by-pass temporal en las inmediaciones de la zona afectada. Esta solución, que contemplaría una calzada por sentido, permitirá restablecer el flujo vehicular de forma provisional, aliviando la presión social de tener cerrada la vía principal y proporcionaría un valioso margen de tiempo para llevar a cabo un estudio exhaustivo de la estabilidad del talud en su estado actual. Este análisis es vital para el proceso de re-estabilización de esta ladera, con el fin de proponer una geometría de talud estable a largo plazo.
Este deslizamiento en Telledo debe tomarse como un claro aviso de la montaña. No se trata de alarmismo, sino de una llamada de atención para llevar a cabo un análisis más exhaustivo del estado de las laderas tanto en Asturias, que tiene una enorme cantidad de carreteras y vías férreas excavadas en la montaña, como extensible a toda infraestructura de montaña en otros lugares. Los argayos seguirán produciéndose con total seguridad en el futuro, pero detectar este riesgo y adelantarse a sus consecuencias es algo más que conveniente. Es fundamental apostar por esta “geotecnia preventiva” y realizar inspecciones periódicas que permitan detectar debilidades en los taludes antes de que se conviertan en problemas graves.
Valga este incidente como punto de inflexión para comenzar a implementar medidas preventivas que incluyan un aumento en la frecuencia de inspección, la comprobación de los sostenimientos instalados e incluso la mejora de los sistemas de drenaje, con el objetivo de reducir la entrada de agua en el terreno, y en su caso optar por el diseño de refuerzos permanentes adicionales, como muros, bulonados adicionales y/o redes de contención, en las zonas identificadas como de alto riesgo. Las inspecciones geotécnicas regulares son clave para proyectar intervenciones preventivas que garanticen la seguridad de esta infraestructura crítica.
Aunque las primeras estimaciones indicaban que los trabajos de estabilización y limpieza del talud podrían extenderse durante un tiempo considerable, manteniendo la conexión más directa entre Asturias y la meseta cortada durante tiempo, se puede asegurar que el tráfico se podrá restablecer en días, si bien volver a ver esta ladera estabilizada y los cuatro carriles habilitados llevará más tiempo, por la necesidad de un enfoque técnico riguroso y un plan de ejecución controlado, para su restitución.
Esperemos que más allá de eso, la montaña también haya dado una lección a futuro que ayude a implementar procedimientos que permitan auscultar de un modo continuo taludes de riesgo, y que el potencial siguiente deslizamiento pueda ser detectado con anticipación suficiente como para actuar antes de que se produzca, sobre todo en vías de tanto tráfico e importancia como vía de comunicación.